-Somos tú y yo. Te tomaré hasta el fondo, cuando no quede nada de ti, te lanzaré por el basurero. Lo haré como lo hice hace unos días con ese demonio que me perseguía y me tocaba los talones mientras dormía, hasta que lo agarré con una daga de esas que usan para cazar vampiros; lo atravesé por el cuello y su líquido amarillo se evaporó mientras se derramaba. Cuando el acto se había consumado, lo metí en una funda y lo eché al basurero, a ese dónde irás a parar tú. – Dice el Sargento Castillo, como quien cuenta una historia de gloria. La botella lo mira fijamente en tono temerario y le deja saber lo poco que le importa, porque ella es infinita y lo ha visto tantas veces hacer lo mismo en esa barra, y el buen idiota no se da cuenta que es ella misma quien vuelve y se aparece y lo pone a pensar en ese demonio que tantas veces le tocó los talones cuando su cama daba vueltas. El Sargento Castillo tenía ya 17 años en el mismo rango y por las noches que tenía de libertad se bebía el sue
Cuentos y reflexiones de diferentes dimensiones. Tu palabra tal como la madera, sea útil para todo y en todo: Hasta en la hoguera.