Una telaraña tejida desde hacía más de una década, parecía una hamaca de insectos o tal vez un parque de diversiones para seres diminutos, un olor a miseria de esos que solo se dan en los bateyes remotos como en el que Simón vivía. Su bodega nunca tuvo años de gloria ni días dorados, y las escasas provisiones que quedaban habían aguantado el último aguacero que acabó con el cielo raso amarillento cubierto por hojas de zinc oxidado. Solo los enlatados sobrevivieron y uno que otro tipo de vianda, todo se había ido con la crecida del rio provocada por ese mal tiempo. -Mudémonos de aquí. Que de esto no sacas nada, solo estas esperando que un día cuando estemos todos dormidos se meta en rio a la casa y nos lleve pa’casa del carajo.- le decía la mujer desesperada, con los niños mirando con ojos de susto y sofoque. -Tú no sabes nada. ¿Cuánto tiempo tenemos viviendo aquí? ¿Te ha faltado comida en la mesa? Nunca. Pues si no sabes de lo que estás hablando mejor no opines.- Decía Simón terca
Cuentos y reflexiones de diferentes dimensiones. Tu palabra tal como la madera, sea útil para todo y en todo: Hasta en la hoguera.