En ese momento tan degradante donde se hacía tan pequeño su existir, donde el vapor inundaba el pequeño contexto al que se reducía su existencia… Solo pensaba: Vamos que tú puedes, no eres el único que está pasando por esto.
Una gota mas de sudor acompañaba pensamientos extraños que embriagaban su mente y hacían que la situación sea más tensa, en donde surge la pregunta: ¿Y no hay nada para leer?
Han pasado varios minutos, ni tantos pero es tan agobiante la situación que le pide a Dios que aliviane su carga y le acompañe en esa travesía que pasaba de vez en cuando durante cada semana desde que tenía uso de razón. Mientras el personaje de esta historia sufría la decadente, degradante, desgarrante, atroz, espeluznante, escasa, vil y horripilante situación; el mundo giraba de lo más normal: Se oían niños en la cercanía jugando a la pelota, uno que otro perro ladraba, algún joven tenía la computadora encendida y se escuchaban los tenues sonidos del tecleo mezclado con las melodías de moda, una mariposa se asomaba en la ventana, la misma ventana que alojaba dos lagartos hambrientos en busca de alimentarse de la hilera de hormigas que intentaba ingresar a ese lugar donde lo peor le estaba pasando.
Podía sentir a cada segundo como su corazón seguía acelerándose, y su respiración se hacía cada vez más corta. No hablaba, solo pensaba y en realidad no había energía para eso. Todo se agotaba en ese momento: El momento.
Se oyen algunos pasos y la situación se torna aun más estresante.
-¡Gilberto Apúrate!- grita una señora, estremeciendo todo el momento.
-…
-¿Gilberto te moriste?
-…
-¡Gilberto coño, ya sé que estas ahí!
-…
-¡Gilberto Antonio! Si entro lo vas a lamentar.
-¡Coño mami, ni cagar uno puede tranquilo!- responde Gilberto desesperado.
-No, porque tú te lo buscas… Me tengo que bañar y tú por negligente sigues estreñido.
-¿Ah sí? ¿Quiere decir que yo quiero estar así verdad?
-La leche magnesia está entera encima de la nevera y no te has tomado la primera cucharada, ojalá y en vez de mierda cagues piedra.
Haló la cadena y todo vuelve a la normalidad. Gilberto prende un fósforo y sale cabizbajo diciéndole a su madre que le diera 5 minutos en lo que se evapora el fétido ambientador que tanto trabajo le costó al pobre muchacho.
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