José estaba parado mirando con un solo ojo hacia el horizonte, precisamente desde la costa. El ocaso anaranjado recreaba imágenes de un incendio distante que lo hizo recordar sonriente un amor que tuvo una década atrás: “-¡Estás loco! No me podrás dejar- gritaba en llanto Nancy - Claro que sí, no podrás creer lo fácil que te dejo. Ni te lo imaginas: Desde que salga por esa puerta no me volverás a ver. Tomé mi bulto de mano, y emprendí un viaje hacia los cañaverales que quedaban frente a la casa. Perdiéndome entre hojas, sabiendo que ella me caería atrás. Sin embargo no fue así. Pasaron solamente tres meses y decidí volver, solo para verla con otro. Y ya me lo sospechaba. Por eso no toqué la puerta ese día; en vez, me asomé por la ventana. Ahí estaban besándose como nunca antes lo habíamos hecho, y menos a esas horas. No sentí celos que recuerde. Me devolví al cañaveral y decidí acampar escondido solo para hablar con ella cuando saliera. No tenía idea de que hablaríamos, pero algo s
Cuentos y reflexiones de diferentes dimensiones. Tu palabra tal como la madera, sea útil para todo y en todo: Hasta en la hoguera.