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Él

Lo deseaba con furia. Sus noches eran amargas cuando se entregaba a otro cuerpo que no era el de Él. Su amor era un barco a la deriva que no encontraba costas donde arribar.

No saciaba sus ansias locas de entregarse en búsqueda de ese instante mágico de felicidad que solo Él llegó a darle; y lo lamentaba aproximadamente cada 15 días, cuando la realidad de su ausencia la golpeaba cuán martillo a su clavo.

Los momentos de felicidad eran solo cuando ella soñaba con su cuerpo; no era nada sentimental, todo era carne. ¡Qué ironía! Ese deseo carnal se había convertido en algo tan sublime que le consumía el espíritu hasta convertirse en parte mecánica de su ser y sus actos.

Todo lo hacía con el fin de que Él se enterara, mas sin embargo nunca se percató de que ella lo adoraba y lo quería de veras. Pobre flor sin pétalos.

Cuando Él la encontró, ella estaba marchita, sin embargo, Él acabó con lo último que le quedaba. Su desgracia comenzó cuando se propuso a buscar al sustituto; clavo que sacaría al otro.

Su cuerpo, nunca encontró al compañero que remplazaría a ese galán que tenía las cualidades emocionales para ser su alma gemela.

Pobre de ella que nunca quiso otra cosa que no fuera Él.

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