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Mal Aspecto

-Si señores, el más veloz del mundo- decía el anunciador.

La multitud generaba un sonido casi silente que deparaba algarabía. Los globos, las golosinas componían un ecosistema de colores que se combinaba con los payasos y bufones. Todos los niños estaban de manos con sus padres y los recién novios abrazados compartiendo risas y furor.
En una esquina distante estaba un personaje un poco siniestro; pues era una especie de payaso, pero sin color. Su caseta era gris tanto como su desgastado maquillaje combinado con el polvo del camino. Zapatos rotos, barba, una barriga desorbitada y cabellos rojizos largos bajo un medio sombrero.
Nadie se acercaba pues era de aspecto repugnante y odioso. Hasta que un día un joven de aspecto jovial se atreve a hacerle dúo.
-¿Qué hay viejo?
-Nada… Estoy aquí asegurándome de que todos estén felices.
-¡Si ta’bien! Con ese mal aspecto que tú llevas encima lo que menos puedes hacer es feliz a la gente.
-¿Gente? ¿A cuál gente? –dijo mal aspecto en tono desafiante.
-Todos los que están aquí.
-Los que están aquí son felices. Mírate esa cara de contento que tienes; incluso tienes tanta felicidad que sientes curiosidad por saber que de mí… Se ve que no tienes novia porque estás aquí preguntándome que hago con mi vida, pero eres feliz.
-Entonces… ¿Cómo te aseguras de que todos estén felices?
-Con que me miren, ya me aseguro de que sean todos felices. Sencillo como eso.
- Óyeme… Pero me la pones más difícil que un cónsul americano…
-Mírame detenidamente y analízame; es más por ser el único curioso te contare lo mío y serás más feliz que los demás:

“Mi historia se resume, en que mi niñez la pase volando, pues desde que tengo uso de razón trabajé. Trabajé hasta el cansancio y me casé con una loca que tenía dinero y se lo gasté. Me lo fumé, lo mujerié, me lo bebí y lo jugué. Así que ella me botó y en ese día me di cuenta que tenía hijos, y digo tenia porque se fueron para no volver con su mamá.
La tragedia se apoderó de mí hasta que encontré esta feria y me propuse a viajar con ella hasta donde ella se fuera. Lo único que hago es cargar y descargar todas las carpas cada vez que hay mudanza. El resto del tiempo me la paso viendo a la gente reír y compartir en familia: Así me aseguro de que todos están felices.
Te dije que ibas a ser más feliz que ellos porque escucharás mi consejo y nunca serás como yo; quien se confinó a este uniforme de desgracia con el cual le recuerdo a todos los que entran en este lugar tan hermoso y de colores, que también existe un lado oscuro del cual tienen que alegrarse de no pertenecer. ¡Ahora vete joven, que la desgracia se pega!”


El muchacho salió corriendo aterrorizado, pero a mitad de camino comenzó a reírse pensando: Este tipo ‘ta loco.

Desaceleró el paso y quiso devolver la mirada y decirle adiós con las manos...

¿Mal aspecto donde?

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