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Manuscrito de Pésimo Penares

Estoy al borde de la demencia, pero, ¿en cuál borde?

Recuerdo muy claramente que deje caer mis últimos 2 pesos en una acera y decidí liquidar la existencia en este vano mundo. De un callejón hice mi hogar, y de los basureros, mis restaurantes favoritos. Disfruto del olor fétido que despide mi cuerpo; principalmente mi cabello.
Me regocijo cuando veo a los demás apartarse de mi existencia que solo espera la desgracia final. Mi profesión es esperar que el mundo se acabe como siempre lo han anunciado, desde el día en que cobre mi primera pinta de razón.

Las rosas no guardan color alguno, pues hasta daltónico quedé cuando me dijo ella que nunca más regresaría a mi vivir. Un bueno para nada siempre fui y eso era lo que le gustaba; hasta que se dio cuenta que la vida es más que un roce de pieles e intercambio de fluidos marginados.

Célibe y la parte… No he vuelto a ver una parte húmeda dispuesta a recibir mis mejores nostalgias y deseos… Ni siquiera yo mismo puedo con esta pena. Pero sigo vivo hasta que lo disponga el que me trajo al mundo y diseñó mi destino; para desgracia de muchos.

Sueño cada día con ver como las capas tectónicas de mi planeta se deshilachan, y la lava se apodere de cada territorio; incluyendo los océanos. Del cielo bajará el batallón celestial y se enfrentará a las legiones de la oscuridad en un estadio en el centro de la tierra donde solo los sobrevivientes al ardor del fin serán testigos; en ese grupo estaré yo. Excelente.

Antes de perder la voz, solía aconsejar a las mujeres que no parieran, aunque nunca me hicieron caso. Ahora espero pacientemente ver a sus hijos freírse en este inmenso sartén.

Arde pronto; antes de irme. Arde al fin y déjame presenciar mi destino a cumplir en la tierra.

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