Todo problema tiene solución aparentemente. ¿El Estado tiene solución a sus problemas? Aparentemente no.
Cuando doy la negativa a esta interrogante tan común, es por la sencilla razón de que no se puede obtener un resultado diferente cuando estamos haciendo siempre lo mismo. Hemos operado de la misma manera desde que tenemos conciencia y existencia Republicana, desde “Los bolos y los coludos” hasta las dictaduras e intervenciones, igual. Hay un germen de mediocridad y conformismo que se remonta a los tiempos que éramos una colonia española llamado: Dependencia política.
Denominemos este fenómeno como un síndrome post colonial que consiste en servir al que tiene el poder, a nuestro señor feudal, a la corona, y con eso todos estaremos bien. Es un sentimiento de incapacidad y semiautonomía que afecta a los países latinoamericanos que quieren entrar en la tómbola de la modernidad cuando ni siquiera han llenado lo básico de sus necesidades.
Pero el dinero hay que invertirlo en lo que el señor feudal decida. No hemos podido inyectarle fondos al sector salud o educación porque eso no es conveniente para el país acreedor; mejor hagamos un Mall, por poner un ejemplo. La dependencia política se deriva de la insuficiencia económica; mal del que adolece todo estado en vía de desarrollo.
La insuficiencia económica se cura cuando el país en vez de importar, comienza a producir en su propio suelo; producir para el consumo interno, pues no hay mejor mercado que el interno, éste que se encarga de abastecerse diariamente de alimentos, ropa, medicina, etc. Cuando se cumplan con las metas de producción, entonces comenzar a exportar para adquirir los fondos necesarios para dejar la agricultura en marcha. Ese único sector le garantiza estabilidad a los demás: Turismo, Industrial, Comercio; las razones están más que claras. Cumpliendo a cabalidad estos pasos básicos, la economía toma un carácter dinámico, sin contar la recolección de impuestos; un superávit será el producto.
El superávit se reinvertirá en reforzar los sectores que menos ganancias reportan y que en la escala de prioridad ocupan los primeros lugares: Educación y Salud. Todo lo demás irá encajando cuando la población tenga lo básico, pues sencillamente de lo básico se pasa a lo intermedio y finalmente a lo superior. No hay otra manera, los estados en vía de desarrollo han querido pasar los niveles sin terminar el básico, haciéndose así más notable la laguna que deja la impaciencia y las malas decisiones.
Cuando doy la negativa a esta interrogante tan común, es por la sencilla razón de que no se puede obtener un resultado diferente cuando estamos haciendo siempre lo mismo. Hemos operado de la misma manera desde que tenemos conciencia y existencia Republicana, desde “Los bolos y los coludos” hasta las dictaduras e intervenciones, igual. Hay un germen de mediocridad y conformismo que se remonta a los tiempos que éramos una colonia española llamado: Dependencia política.
Denominemos este fenómeno como un síndrome post colonial que consiste en servir al que tiene el poder, a nuestro señor feudal, a la corona, y con eso todos estaremos bien. Es un sentimiento de incapacidad y semiautonomía que afecta a los países latinoamericanos que quieren entrar en la tómbola de la modernidad cuando ni siquiera han llenado lo básico de sus necesidades.
Pero el dinero hay que invertirlo en lo que el señor feudal decida. No hemos podido inyectarle fondos al sector salud o educación porque eso no es conveniente para el país acreedor; mejor hagamos un Mall, por poner un ejemplo. La dependencia política se deriva de la insuficiencia económica; mal del que adolece todo estado en vía de desarrollo.
La insuficiencia económica se cura cuando el país en vez de importar, comienza a producir en su propio suelo; producir para el consumo interno, pues no hay mejor mercado que el interno, éste que se encarga de abastecerse diariamente de alimentos, ropa, medicina, etc. Cuando se cumplan con las metas de producción, entonces comenzar a exportar para adquirir los fondos necesarios para dejar la agricultura en marcha. Ese único sector le garantiza estabilidad a los demás: Turismo, Industrial, Comercio; las razones están más que claras. Cumpliendo a cabalidad estos pasos básicos, la economía toma un carácter dinámico, sin contar la recolección de impuestos; un superávit será el producto.
El superávit se reinvertirá en reforzar los sectores que menos ganancias reportan y que en la escala de prioridad ocupan los primeros lugares: Educación y Salud. Todo lo demás irá encajando cuando la población tenga lo básico, pues sencillamente de lo básico se pasa a lo intermedio y finalmente a lo superior. No hay otra manera, los estados en vía de desarrollo han querido pasar los niveles sin terminar el básico, haciéndose así más notable la laguna que deja la impaciencia y las malas decisiones.
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