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Todo es todo y nada es nada

Una telaraña tejida desde hacía más de una década, parecía una hamaca de insectos o tal vez un parque de diversiones para seres diminutos, un olor a miseria de esos que solo se dan en los bateyes remotos como en el que Simón vivía.
Su bodega nunca tuvo años de gloria ni días dorados, y las escasas provisiones que quedaban habían aguantado el último aguacero que acabó con el cielo raso amarillento cubierto por hojas de zinc oxidado. Solo los enlatados sobrevivieron y uno que otro tipo de vianda, todo se había ido con la crecida del rio provocada por ese mal tiempo.

-Mudémonos de aquí. Que de esto no sacas nada, solo estas esperando que un día cuando estemos todos dormidos se meta en rio a la casa y nos lleve pa’casa del carajo.- le decía la mujer desesperada, con los niños mirando con ojos de susto y sofoque.

-Tú no sabes nada. ¿Cuánto tiempo tenemos viviendo aquí? ¿Te ha faltado comida en la mesa? Nunca. Pues si no sabes de lo que estás hablando mejor no opines.- Decía Simón tercamente.

Como hombre de la casa y proveedor de alimentos no se le podía cuestionar, ni siquiera señalar en caso de alguna falta. La correa y el palo caracterizaban la disciplina de los menores y la mujer aunque no era abusada físicamente si sufría de atropellos morales y censura. Chapados a la antigua pero no pasaban hambre, que al parecer era lo único que importaba. Pero la hora cero se acercaba, todos estaban reclamando el cambio; salir de ese campo y mudarse a la ciudad, petición que era difícil de cumplir cuando eres casi un cacique de tu comunidad y le vende los alimentos a la mayoría de los habitantes. Don Simón y su imperio en decadencia…

Alerta Naranja para la zona este del país en esos días en que los fenómenos atmosféricos estaban de parranda en el Caribe. Aunque todos le decían a Simón que se fuera, que él ya estaba muy viejo para este tipo de corre-corre. De aquí no me saca ni el Diablo, era lo único que decía.
Son las 4 AM según ese reloj veterano de guerras domesticas, grasiento ubicado en el comedor. Y la gente comienza a correr y a tocarle la puerta en histeria:

-¡Don Simón salga!, ¡El rio se esta metiendo!
-¡Va por la loma!

Don Simón solo pensaba en las estupideces de las personas que le rodeaban, como si nunca hubiesen visto tal escenario. Seguía acostado y su mujer rogándole que se levantara y salieran como todo el mundo.

Hastiado de la debilidad de todos se paró de la cama y dijo:
-Si quieren váyanse ustedes, yo me quedo aquí aunque el agua llegue al techo.

-Bueno Simón yo me voy y los muchachos se van conmigo- Dice Beatriz (La esposa) desesperada.

-Te vas tú, pero ellos son dos hombres y se quedan conmigo, anda y corre con los demás antes de que me vuelvas loco. ¡Ustedes dos se quedan conmigo carajo!

Los dos muchachos eran adolescentes, pero eran tratados como adultos y tenían que trabajar en la bodega. Ellos no tenían ni voz ni voto, imagínense: Habló el hombre, lo único que queda es tragar en seco y aguantar como machos.

Ella se fue confiando en que todo estaría bien y se los encomendó a Dios, pero ella no se iba a quedar. La gente seguía insistiendo en que Simón debía salir sin ningún éxito.

-Beatriz la pobre está loca, como que nunca ha visto esto antes, el río se mete aquí pero de los tobillos no pasa. ¿Que ella espera? ¿Acaso no vive cerca del rio? Ni siquiera estamos a la orilla. Eso tiene que subir una buena loma para causar daño. Feo están los que viven allá abajo. Pero si ella es feliz así déjenla tranquila- Le decía Simón a los dos jóvenes que permanecían callados sin opinar.

Pasó una hora y la gente seguía dando vueltas en el mismo lugar, alimentando el morbo y la controversia, pero el río no estaba jugando.
-¡Ya subió la loma!- Gritó el pastor de la única iglesia protestante de la zona.

Evangélicos, católicos, ateos y satánicos se juntaron en el punto más alto del pueblito, si el agua llegaba hasta ahí todo lo que había construido iba a quedar sumergido.

-Papá, ya el agua se está metiendo en la casa- Dice el mayor de los dos muchachos.
Simón lo ignora mientras asegura las puertas. Pero el agua se metía por debajo las rendijas de madera y por entre las paredes.

-Papá vámonos de aquí que ya el agua está por los tobillos- Dice de nuevo el mayor, luego de 5 minutos.

-¿Se van a poner ustedes también de gallinas? Ustedes me avisan.

-Papá mire… El agua me llega a la rodilla en la cocina vámonos de aquí.

La situación se puso color de hormigas y ya todo el mundo estaba en el punto alto esperando un rescate. Cuando el agua iba ya por la cintura, pasa una pequeña yola por en frente de la casa cuan si fuera un caballo.

-¡Don Simooooooooon! Salga de ahí no sea usted pendejo.

Sin pensarlo salieron los tres sin decir una sola palabra. Y se montaron con el señor que los fue a rescatar. Llegaron a un punto seco y se fueron caminando hasta el tope donde estaban los demás.
Don Simón se arrodilló y comenzó a llorar como un niño y lo peor de todo es que tuvo que escuchar sin opinar cuando una señora dijo en voz alta:

-Tanta mierda que habla y tanto que se las da de ser el Mayimbe, el león del pueblo, la fiera humana… Míralo ahí llorando como una niña y aplastado en el piso como si fuera un mojón.

Comentarios

Andres Velez ha dicho que…
Interesante. El hombre fue felxible al final. Hay algunos que mejor se mueren por orgullo.

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