“Todo empezó justo en el momento que salía de mi morada y percibía un ruido extraño mezclado con un olor parecido al estiércol, sin embargo nunca me detuve a buscar de donde provenía por la rapidez que impartía la rutina sobre mi vida. Al llegar la noche en mi ebriedad cotidiana apenas podía llegar a la cama para recobrar fuerzas para el día siguiente.
Mientras dormía soñaba que alguien se paraba justo al frente de la cama y permanecía velando mi sueño mas no podía distinguir su físico, solo su presencia sombría, que se hacía cada vez más silente y tenebrosa, mas no sentía miedo por alguna razón.
Puedo confesar que esa sensación duró mucho tiempo, quizás meses que se hacían más largos por su anormalidad, no se puede decir precisamente cuánto. Ya las paredes se sentían extrañas y hasta recuerdo que olvidé los cuadros y pinturas que estaban colgados en ella. Todo era muy extraño y solitario aparentemente.
Con el tiempo dejé de consumir de esas cosas que me recetaba el médico para algo que me acongojaba, si mal no recuerdo eran dolores de cabeza, pero el mismo olor con la misma energía lo sentía cada vez más cerca mas no podía parar; hasta un día.
Ese día me quedé adrede y me hice el enfermo, decidí no salir y explorar en mi habitación y luego el resto del lugar. Revisé debajo de mi cama y no hallé nada, lo mismo en el closet, el baño… Los pasillos.
Llegué a una habitación que no visitaba, de esas que se quedan abandonadas, oscuras pero esta vez el olor se hacía más denso. Decido prender la luz y de mi ser se apoderaron los temores más recónditos que puede sentir el alma, al ver a un señor con una barba tupida y despeinada, cabello largo, envuelto en harapos, con la mirada fija a mis ojos, que estaba sentado abrazando sus piernas mientras se mecía de lado a lado, quien al verme emprendió la huida despavorido y salió por la puerta. Desmayé.
Grata fue mi sorpresa cuando desperté y entendí que todo fue un sueño de esos extraños que suelo tener, Salí de casa y todo estaba bien hasta que llegué y encontré al mismo señor, pero esta vez acompañado de gente con la mirada perdida, que aplaudían y cantaban, excepto uno que tenía camisa de fuerzas y un bozal, pararon cuando me vieron entrar. Desmayé nuevamente y hasta ahí recuerdo.
¿A que se deben doctor esta clase de sueños?”
El doctor miró a un colega mientras firmaba la extensión obligatoria del tratamiento y la estadía en el sanatorio mientras decía:
Creo que debería tomarse estas pastillas a ver si se calma.
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