En un atardecer, desde la punta de la antena mas alta de la ciudad, dos angeles estaban conversando sobre 3 jovenes que estaban sentados en un parque.
- Estaban ellos 3 en un bar de aspecto cincuentero, color celeste, 2 niveles de estructura estrecha e iluminación escasa. La música era antigua de trompetas chillonas y percusión tropical-antillana. Se desplazaban camareras exuberantes de piel mulata que vestían de traje escarlata, corto, ceñido, medias negras de lencería fina y tacones de considerable elevación. Ellas se acercaban constantemente a verificar que todo estaba en orden sin llegar a estorbar la conversación de los susodichos.
- Estaban ellos 3 en un bar de aspecto cincuentero, color celeste, 2 niveles de estructura estrecha e iluminación escasa. La música era antigua de trompetas chillonas y percusión tropical-antillana. Se desplazaban camareras exuberantes de piel mulata que vestían de traje escarlata, corto, ceñido, medias negras de lencería fina y tacones de considerable elevación. Ellas se acercaban constantemente a verificar que todo estaba en orden sin llegar a estorbar la conversación de los susodichos.
En un momento de enfriamiento de la conversación, con los tragos de whisky agotados, se para de la mesa el más joven de los tres y sube al segundo nivel a saludar a un conocido quien demoró unos 10 minutos hablando de temas estériles. Se despiden y cuando baja se encuentra con la ingrata sorpresa de que sus dos acompañantes se habían desaparecido o aparentemente abandonado en ese lugar.
En disgusto, este decide retirarse a pies sobre las calles que estaban oscuras y desoladas sin ninguna razón. A medida que avanzaba en el camino, comienza a lloviznar y sin tener refugio se resigna a proseguir bajo la lluvia sin apresurarse aunque se empapara. Así recorre varias esquinas hasta que aparece un amigo de infancia manejando un carro que tenía las ventanillas abajo (pese a que estaba atesando la lluvia) y ambos se saludaron efusivamente, tanto así que el conductor paró su carro en medio de la calle y se apeó para abrazar a su viejo amigo, entre lágrimas decía que su hijo estaba sufriendo mucho pero que creía que se iba a salvar. En medio del abrazo sopló un viento huracanado que sacudió todos los letreros, árboles, semáforos y postes de luz, provocando el asombro y susto de los dos únicos que transitaban esos predios.
La brisa aumentaba a niveles extraordinarios provocando que los postes de luz se desprendieran del suelo elevándose a gran velocidad y de manera errática volvían al suelo clavándose como si fueran lanzas, de las que ambos muchachos a rastras trataban de escapar.
El espanto hizo que se despertara el que estaba soñando y llamara al amigo que apareció manejando en su sueño. Le preguntó que si su hijo estaba bien y la respuesta fue positiva.- Dijo el ángel de los sueños
-La verdad que eres vago, cuidando sueños porque sabes que en vida real en vez de contemplar todo lo que me contaste, tuvieras que encender las luces, agarrar los postes de luz y desviar su curso, poner un refugio tal vez. Si fueras un ángel de la guarda de los que cuidan en el plano consciente, te dieras cuenta de que para estar vivo se requiere de mucha cautela porque no hay chances para despertar si te llega la hora del fracaso para que todo vuelva a la normalidad - Concluyó el ángel de la realidad, alzando vuelo y dejando al otro pensativo mirando ahora hacia el vacío.
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