Esta es una de las secuelas de Un cuento Taíno (Arawaibe); la cual es la entrada mas visitada de este blog por ser una narración alusiva a la cultura Taína de mi Quisqueya. Recomiendo que si no lo han leído, pues lo hagan y por ahí mismo vean el pequeño glosario.
Un monólogo entre el hombre y el fuego. La noche
cálida y estrellada eran testigo de tanta pena. Una lágrima sucia se deslizaba
por su rostro al recordar la masacre a sus hermanos.
“Me han presentado una cruz. Han dicho que es del
verdadero Dios. Un Dios todopoderoso y omnipresente. ¿Qué puedo yo hacer si
parece verdadero? Yo quería seguir creyendo en ustedes pero nos han abandonado.
Mi gente muere: Su gente muere”
“Hoy renuncio a
ustedes y me pintaré esa cruz. Dios Padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo
serán mis protectores, los que me darán las fuerzas para librar mi batalla: Mi
última batalla”
Seguía ensimismado afilando su lanza y su
cuchillo, mientras hervía de rabia.
“¡Yúcahu y Atabey! ¡Apito! ¡Buenos para nada! Verán
como me vengaré…”
Amaneció en vela preparándose para el viaje del que
sabía no regresaría. Su meta era matar a cualquier español que se
cruzara.
Se armó de
una lanza y una espada que había robado de un campamento unos años atrás. Se fue
a la sierra, porque ya se rumoraba que
había una rebelión en pie.
Su sombra
lo acompañaba por esos caminos que conocía tan bien. La primera
parada fue un pequeño campamento del cual ya era un intruso usual, y mientras
todos dormían lo prendió en fuego pacientemente. Cuando la primera llamarada cogió
rumbo, decidió esconderse y contemplar como desesperados perdían sus casas y
alimentos. Nadie lo encontraría.
Siguió sigiloso su camino. Hasta llegar a un pedregal
que anunciaba la sierra sin ninguna señalización humana. Era uno con su entorno
y se movía como pez en su agua.
De repente un niño español lo llegó a divisar mientras
se escondía detrás de una tienda que acababa de saquear para obtener algunos
utensilios filosos y un poco de comida.
El niño gritó: “¿Oye Taino que haces? ¡Te acusaré con
mi papá!”
Despacio, agachado se acercó y le dijo: Tu padre está
muerto, dile a todos que Arawaibe lo mató por ser español…
El niño horrorizado se fue gritando alarmando a todos.
Para su fortuna, su padre no estaba muerto y al escuchar lo que le dijo salió a
buscar al tal indio que estaba asustando a su hijo. Al no encontrar a nadie en
esos predios pensó:
“Tengo que llamar a los demás, porque se avecina una rebelión”
Arawaibe por fin llegó a la mitad de la sierra y mientras
acechaba la cercanía lo sorprendió un grupo de aborígenes que sin preguntar le
taparon la cara y lo llevaron a su líder como cautivo.
El líder de ese grupo al ver que era uno de su raza le
destapó la cara y preguntó:
“¿Quién eres?”
“Soy Arawaibe de Maguana”
“¿De Maguana dices? Eres hermano. Bienvenido a tu
tierra si estás listo para luchar”
“Vengo ya de luchar, preparémonos que los españoles
vienen por mí. Será un honor unirme a tu fuerza… ¿Cómo te llamas?”
El indio respondió altivo: "Enriquillo de Quisqueya. Nadie nos arrebatará esta
tierra”
En ese momento Arawaibe se persignó y le dio gracias a
su nuevo Dios por haberlo llevado ante tan gran guerrero.
Enriquillo entendió la señal y le dijo:
“No albergues tu fé con esas costumbres españolas: Tienes
que ser de la tierra, quien te alimenta en vida y te cobija a la hora de tu
muerte”
El joven Arawaibe solo hizo un gesto de obediencia con
una pequeña reverencia mientras su fe tomaba nuevo rumbo, otra vez.
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